El Titán de Bronce vivió obsesionado por los sufrimientos y la suerte de la hermana gemela de Cuba, Puerto Rico. Aquella obsesión no abandonó jamás al incansable y culto guerrero, antimperialista, humanista e internacionalista por convicción. Su universo de justicia revolucionaria, rebasaba las fronteras de su amada Cuba.
En los campos de batalla de Cuba, decenas de puertorriqueños derrocharon heroísmo durante las guerras por nuestra independencia. Algunos cayeron en combate o fueron fusilados por el colonialismo español. El mayagüezano Juan Rius Rivera, veterano del Grito de Lares, que desembarcó en Cuba en enero de 1870 en la expedición del Anna, se convertiría en el máximo representante de los mambises boricuas.
Rius acompañaría al general Antonio Maceo en momentos cruciales de la guerra de los Diez Años. La invasión a Las Villas y las campañas en Oriente, ganaron el respeto del jefe cubano por el valiente boricua, amistad que se consolidará después de la firme oposición de este a los sediciosos de Lagunas de Varona y Santa Rita. Fue, además, uno de los hombres de la Protesta de Baraguá.
Lo acompañaría en su viaje a Kingston en mayo de 1878, y en la emigración en Honduras. Siempre estuvo listo al llamado de su jefe y amigo, este, siempre pensó en él. De aquella relación debió nacer el compromiso entrañable de Maceo hacia Puerto Rico, en el que se vieran involucrados también hombres estrechamente vinculados al héroe cubano como los generales Enrique Loynaz del Castillo y José Lacret Morlot.
El 10 de abril de 1892 se crea oficialmente el Partido Revolucionario Cubano. En el primer artículo de sus Estatutos, quedaría plasmada la identidad de ambas causas: «El Partido Revolucionario Cubano se constituye para lograr la independencia absoluta de la Isla de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico».
El Titán de Bronce vivió obsesionado por los sufrimientos y la suerte de la hermana gemela de Cuba, Puerto Rico. Para dejarlo patentizado ante la historia como legado testamental, el 6 de junio de 1884 había escrito desde San Pedro Sula, Honduras, al patriota cubano Anselmo Valdés:
«…Cuando Cuba sea independiente solicitaré permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava esa porción de América».
Aquella obsesión no abandonó jamás al incansable y culto guerrero, antimperialista, humanista e internacionalista por convicción. Su universo de justicia revolucionaria, rebasaba las fronteras de su amada Cuba.
Comenzada la guerra del 95, el entonces brigadier Juan Rius Rivera, en coordinación con la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, preparó una expedición para independizar a su país.
Desde República Dominicana trató infructuosamente de levantar la isla en armas, como condición previa a su desembarco y no lo logró. Decidió entonces viajar a Cuba, con todos los recursos que tenía para la causa boricua, y dirigirse a Pinar del Río, junto a su jefe y amigo el general Antonio. Maceo lo nombró su sustituto en Pinar, como Jefe del Sexto Cuerpo del Ejército Libertador, cuando pasó a La Habana. Consecuente con las ideas antillanistas del general Antonio Maceo, en julio de 1896, el general Enrique Loynaz había presentado al Consejo de Gobierno un proyecto de expedición para independizar a Puerto Rico.
Un año después, en agosto de 1897, el general Lacret, que en su fervor solidario quiso también partir a Filipinas a combatir el colonialismo español junto al líder revolucionario filipino Emilio Aguinaldo, presentó otro proyecto, para crear la Legión del Ejército Libertador Cubano en Puerto Rico.
Ambas propuestas, de dos hombres estrechamente vinculados al héroe caído el 7 de diciembre de 1896 en San Pedro de Punta Brava, provincia de La Habana, fueron desestimadas por el Consejo de Gobierno de la República de Cuba en Armas, por considerarlas poco viables.
Lacret se lamentaría de ello, porque debía «…cumplir con mi palabra dada a un muerto, ofreciendo mi concurso, ignoro si pobre o valioso pero sí desinteresado» y refiriéndose al Titán, expresaba:
«…Su sueño para después de la independencia de Cuba era la de Puerto Rico, me asoció a sus proyectos y en esta campaña hablamos varias veces del particular haciéndome ofrecer que si él moría yo lo sustituiría».
El autor es presidente del Instituto de Historia de Cuba.
(Granma)
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