Hace 90 años —el 14 de junio de 1928— nació en Rosario, Argentina, Ernesto ‘Che’ Guevara, un hombre grande que con sus actos se hizo enorme. Su nobleza, gallardía, humanismo y compromiso social lo convirtieron en un gigante de la historia latinoamericana y mundial, un ser humano que dejó un legado que aún sigue vigente en las luchas de clases y de los sectores eternamente marginados.
A continuación volvemos a presentar un especial de AVN sobre este gigante latinoamericano, hijo de Ernesto Guevara y Celia de la Serna:
El Che grande, muy grande, enorme
“Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”, de esta manera se despediría de sus cinco hijos el Comandante Ernesto “Che” Guevara, al partir de su querida Cuba hacia nuevas luchas por la redención de los pueblos.
Altruismo, valentía, solidaridad, internacionalismo, amor a la humanidad y la vida, compañerismo y entrega absoluta por la convicción de que nada vale más que la libertad plena del ser humano, son algunas de las características que describen a este médico argentino-cubano líder de la Revolución Cubana, quien -como dijera Fidel Castro- fuera pionero en el trabajo voluntario como ejemplo moral en la construcción de la mujer y el hombre nuevo, necesarios para avanzar hacia una sociedad socialista donde impere el bien colectivo.
“Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones. Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada”, escribiría en la breve misiva a sus pequeños hijos e hijas, en una muestra de entrega total a la lucha internacionalista de combatir el imperialismo donde quiera que esté.
Era el año 1965, seis años después del triunfo de la Revolución Cubana, Guevara se despide también del comandante Fidel Castro, y renuncia a sus cargos en la dirección del Partido, de Ministro y del grado de Comandante, para luego arribar hacia a la República Democrática del Congo y luego a Bolivia, con el fin de apoyar movimientos de liberación nacional.
Un año antes, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Guevara destaca el ímpetu que se levanta en Latinoamérica contra los gobiernos dictatoriales, serviles al imperialismo norteamericano, y condena el asesinato perpetrado por la Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) contra Patrice Lumumba, líder congolés anticolonialista, vislumbrando las causas que lo llevan a apoyar el movimiento insurgente del país africano.
“Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos”, escribió el Che en la carta que en octubre de 1965 leyera Fidel en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.
“En los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté”, sentenciaría el comandante Guevara en la misiva entonada por Fidel como un canto frente a la multitud que lo escuchaba.
Tras no lograr sus objetivos en el Congo, en 1966 el Che se dirige a Bolivia para encabezar una guerrilla en contra de la dictadura militar de René Barrientos.
En esa época el continente suramericano estaba plagado por regímenes autoritarios represivos apoyados por Estados Unidos a cambio de esquilmar las inmensas riquezas de la región, por lo que la lucha armada de diferentes movimientos guerrilleros se generaba como respuesta de los pueblos empobrecidos y vilipendiados.
Sin el apoyo de algunos sectores de la izquierda boliviana, después de ganar varios asaltos al ejército de ese país, pero enfrentando severos problemas logísticos, el líder guerrillero fue herido en combate y detenido por soldados locales el 8 de octubre de 1967, asesorados por los rangers estadounidenses y agentes de la CIA, en la quebrada del Churo y trasladado a la escuela de La Higuera, a 50 kilómetros de Vallegrande, departamento de Santa Cruz, donde sin juicio previo fue asesinado y sepultado en un lugar desconocido, hasta 1997.
“Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che!”, exaltaría el comandante Fidel Castro, el 18 de octubre de 1967, en una velada solemne a su memoria en la Plaza de la Revolución de La Habana.
Además de médico, político, escritor y periodista, el Che Guevara fue ejemplo del Hombre Nuevo, necesario para avanzar con paso firme en la construcción de una sociedad socialista, para un mundo mejor. Porque tal como expresara en su escrito El socialismo y el hombre en Cuba: “la revolución se hace a través del hombre, pero el hombre tiene que forjar día a día su espíritu revolucionario”.
Un gigante
En una entrevista a modo de documental titulada “Cuando pienso en el Che”, en 1987, el comandante Fidel Castro, señala la causa por la que el imperialismo desaparece sus restos mortales.
“Los yanquis quisieron desaparecerlo. No obstante, el Che se convirtió en un gran símbolo para el mundo entero. El hombre ejemplar, revolucionario, heroico”, expresa. Y así es, Ernesto Che Guevara se convirtió en un gigante que transcendió a la muerte, como solo los grandes hombres de la humanidad pueden hacerlo.
El Che Guevara se mantuvo firme hasta el último momento. “¡Póngase sereno y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!”, dijo al tembloroso soldado boliviano, Mario Terán, a quien le dieron la orden de ejecutarlo.
10 años después, Terán confesaría a la revista Paris Match que fue el peor momento de su vida y que dudó como 40 minutos antes de asesinarlo porque lo veía “grande, muy grande. Enorme”.
“Muy grande lo veía, era un gigante. ¡Claro que tenía que verlo grande! aquel enano que no fue sino la mano del imperio tembloroso cumpliendo la orden de ejecutarlo”, expresaría el comandante venezolano Hugo Chávez, al recordar al guerrillero heroico, quien es figura ejemplar de los procesos de cambio que desde hace más de una década vive Latinoamérica.
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