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Vieques, mi eterno amor PDF Imprimir Correo
Escrito por Cristina Corrada Emmanuel | CubaDebate   
Jueves, 20 de Diciembre de 2018 05:32

Cristina Corrada Emmanuel

De cómo las mujeres, combativas y enamoradas de la vida insisten en sanar a Vieques, como se cuida y ama a un niño enfermo.

Entender por qué considero a Vieques mi eterno amor, es entender historias de resistencia o de sentir que nadas contra la corriente.

Conocí a Vieques temprano en los años 1980, cuando unas 300 personas participamos en una Caminata de San Juan a Fajardo y luego a Vieques, convocado por el Partido Socialista Puertorriqueño.



Con tan sólo 15 años en mi espalda, existe una imagen que me capta con puño en alto caminando cerca de Luquillo.

Cuando llegué a Vieques con mi hermano Andrés, no conocíamos a nadie y terminamos durmiendo en la Plaza de Isabel Segunda hasta las 2:00am, hora en que un borracho nos despertó gritando: -¡maremoto, maremoto!

Sentía que estábamos de más y que los Viequenses se manifestaban a favor de la presencia de la Marina. Me prometí no regresar, pero en noviembre de 1999, ante la última batalla de lucha, llegué al Campamento de Justicia y Paz. Éste fue establecido en abril de 1999, a raíz de la muerte de David Sanes -19-4-1999- un joven guardia empleado de la Marina de Estados Unidos, sobre el cual dejaron caer dos bombas de 500 libras, cerca del puesto de observación donde fumaba un cigarrillo.

Como dice el dicho, esto fue la última gota que derramó la calma y me encontraba ante un pueblo en rebeldía, indignado y harto de tantas injusticias.

En el momento que pise sus tierras sentí que era mi lugar en el Mundo y me arropó el corazón como lo dicta un gran amor. Sentí que el amor era de parte mía, como de ellos hacia mí. El romance duró desde 1999 a 2012 cuando me tocó regresar a San Juan.

El dolor de partir lo puedo evocar al instante, porque estar acá en la zona metropolitana de San Juan, lo figuro como una pesadilla. Resistía adaptarme y criticaba todo. El regresar a Vieques, aunque fuera por periodos chicos, era felicidad plena y una agonía regresar a mi actual aposento para seguir mi vida.

Por “esas cosas” que nos pasan, tuve la oportunidad de regresar a vivir al pueblo chico, que algunos consideran un infierno.

Vieques padece de tantos males como un niño enfermo, sin una cura y con mal tratamiento médico. Mi afán es sanarlo del maldito cáncer que padecen muchos, ofrecer una miniagricultura libre de alteración genética, celebrar lo bueno de su resistencia y honrar las futuras generaciones para que sus tierras sean de ellos, no meramente de los extranjeros.

Entonces, los Campamentos ubicados en el pueblo de Vieques eran más concurridos, por ser más accesibles y tener mejores condiciones, como electricidad, agua potable. También era más fácil alimentarse mejor.

Existían tres Campamentos: Monte Carmelo, Campamento Luisa Guadalupe y Campamento de Justicia y Paz, ubicado a la entrada del Campamento Militar. Yo intercalaba entre los últimos dos, pero pasaba más tiempo en el CJP, por la misma tener más actividades. Sus reglas, me parecían más a la par con la práctica de la desobediencia civil al estilo de Mahatma Gandhi y Martin Luther King.

Cada Campamento tenía sus propias reglas. Estrategias particulares para responder a la represión militar al tirar gases lacrimógenos u hostigamiento.

Detalles de nuestras estrategias, los podemos divulgar ahora, pero en esa época de lucha era crucial ser consistentes y mantener cierta secretividad. Por ejemplo, vale mencionar la organización de las Brigadas que entraban a la zona de bombardeo, preparar sus mochilas, mapas y walkie-talkies.

En ese tiempo, en Vieques existían dos tipos de arrestos: uno era el corto, donde se cortaba la verja -usualmente eran unos muchachos encapuchados- se entraba, a la espera de que los policías militares hicieran su ronda y los vieran para arrestarlos.

La más brava, en mi opinión, era el grupo que entraba para caminar de tres días o menos, a la zona de bombardeo y mientras los militares tiraban bombas, abordaba la zona de tiro, para paralizar el mismo. Automáticamente estos eran encarcelados por seis meses en la Federal.

La prensa no estaba presente y sólo podías escuchar de sus testimonios, cuando estabas ante un Juez listo para sus sentencias. En la entrada corta, la prensa casi siempre era testigo del arresto.

Al iniciar la temporada de prácticas militares, se coordinaba con los Desobedientes y organizaciones, acerca de quienes entraban. La costumbre era iniciar con la entrada de miembros del Partido Indepentista Puertorriqueño (PIP).


Los Desobedientes acudían a Talleres en la Isla Grande, coordinado por compañeros solidarios. Yo nunca atendí uno, antes de mi entrada, por estar viviendo en Vieques. Aunque si tuve el honor de organizar Brigadas de la entrada larga, conversar con ellos, cuando estaban cerca de la zona de tiro, para precisar cuando los arrestaban y así avisar a los abogados que los iban a esperar en la Corte Federal.

Conocí personas especiales, desprendidas y claras en obedecer a su corazón con el pueblo de Vieques. También hubo otras personas que buscaban protagonismo, pero prefiero celebrar lo bueno de la lucha, no por romanticismo, más bien porque es lo que aporta crecimiento.

Entre las personas que más me impactaron fueron cuatro Mujeres: Luisa Guadalupe, Myrna Pagán, Nilda Medina y Norma Torres.

Luisa Guadalupe -tía de Ismael Guadalupe, uno de los líderes principales- era del Partido Nacionalista desde los años 1930. Cafetalera y ferviente opositora de la presencia militar, desde que su hermana falleció al ser desalojada de su humilde casa cuando la Marina expropió su propiedad. La muerte de su hermana, fue una de los primeros abusos ante la presencia militar en la Isla. Ante la represión continua en Vieques, Luisa prefirió vivir en la Isla Grande hasta que regresó en los años 1960.

Al llegar al CJP, Luisa, fue de las primeras mujeres que me recibió con una sonrisa. Fue inevitable una afinidad de complicidad y me enamoré de su espíritu guerrero. Tenía una memoria impecable y un sentido de humor maravilloso, aunque ella contaba con más de 70 años. Su hermana Severina, la buscaba todos los días para llevarla al Campamento y compartir con todos y todas. Me pasaba horas platicando, escuchando sus historias y una noche dormí en su hogar para descansar del estrés de los Campamentos.

En casa de Luisa, me tomé el mejor té de jengibre con leche, preparado por sus manos, mientras le leía su Carpeta de casi 600 páginas. La Carpeta, es un archivo creado por el Gobierno de Puerto Rico, para perseguir y reprimir a los residentes que creían en la liberación de nuestras Patria, del verdugo de los Estados Unidos.

Leer su Carpeta, era visualizar detalles de personas que uno admira, pero nunca conoció como Juan Antonio Corretjer y Albizu Campos. Mientras le leía, su cara cambiaba de expresiones y a veces me detenía, mientras reaccionaba a todo aquel contenido.

Evoco esta noche con mucha nostalgia, porque entiendo que estaba delante de una luchadora sin precedente, cuyo libro de historia, no se narra en las escuelas públicas.

Nuestra amistad creció con los años, pero su corazón empezó a fallarle y tuvo que ser trasladada a la Isla Grande para ser operada, pero no sobrevivió. Su fallecimiento fue un inmenso dolor para todos, especialmente para mí, porque no pude atender su velorio por complicaciones de la salud de mi madre. La considero mi abuela adoptiva y tengo la gratificación que se lo pude decir en persona cuando compartíamos en Vieques.

Entonces Myrna Pagan, con sus 80 y pico de años, es mi madre adoptiva. Criada en los Estados Unidos, viene a Puerto Rico en los años 1950, donde conoce a un desertor del Ejército de los Estados Unidos en el Viejo San Juan que la convence de venir a vivir con él a Vieques. Charlie Connelly, de descendencia irlandesa, se entrenó como soldado en Vieques y fue a la Guerra de Corea, donde todo lo aprendido en su entrenamiento fue obsoleto y decide desertar, y regresar a vivir a Vieques en una pequeña choza. Era pescador, con una inteligencia extraordinaria. Myrna se enamoró de él y tuvieron cinco hijos (tres hombres y dos mujeres). Los Connelly’s, son muy reconocidos en Vieques, por ser “anti-Marina” desde sus inicios, donde publicaban un periódico local que se llamaba “Vieques Times”, que denunciaba las atrocidades cometidas por la presencia militar.

Su fuerza, fue una evidente en los coqueteos frente a los portones del Campamento García. Me deslumbró su voz y mirada profunda al esbozar las denuncias. Casi toda su familia ha padecido de cáncer, como consecuencia de la exposición de metales pesados en sus cuerpos.

Myrna lo sobrevivió, como sus nietos, pero Charlie falleció a consecuencia del cáncer que lacera a casi toda la población de Vieques.

El Huracán María -2017- también azotó muy duro a Vieques, por ende, la naturaleza viva se vio afectada y a Myrna Pagan le costó lidiar con las pérdidas de lo que fueron árboles frondosos y saludables. Ahora, dedica su tiempo a su familia y a una organización que se llama: “Vidas Viequenses Valen”. Su objetivo es concientizar acerca del valor de crear espacios ambientales sanos, para que los viequenses no sigan muriendo por los residuos tóxicos, como consecuencia del bombardeo sobre su tierra, a lo largo de 60 años.

Ella no descansa, continúa con sus protestas y/o denuncias cada vez que los contratistas de la Marina de Estados Unidos, los responsables de “limpiar la zona de bombardeo”, se reúnen para dar los resultados del proceso “de limpieza”.


En mi opinión, las mujeres viequenses aún no han tenido su reconocimiento, con todo lo que han colaborado, unido y creado redes de solidaridad en medio de la adversidad. Ese es el intento con este escrito y parte, de la resiliencia de muchas mujeres, que se unieron después del Huracán María, en la colaboración de proveer suministros a los afectados.

Cuando los medios noticias dicen que el Huracán entró por Yabucoa, es incorrecto. Entró directamente por Vieques hacia Puerto Rico, ese fatídico 20 de septiembre de 2017.

El Puerto Rico que conocíamos desde chicas, no iba a existir ya que el impacto fue inmenso, a nivel de nuestra psiquis nacional.

Por cosas de la vida no perdí mi acceso a wifi, ni antes, durante y después del Huracán. Entonces podía ver por las redes sociales y en los medios noticiosos, las imágenes de la destrucción. No había mención de Vieques.

Mi ansiedad crecía sin poder comunicarme con mi familia escogida y me embarqué por medio de muchas Angelita’s a Fajardo- puerto de embarque- para agarrar la primera embarcación.

Pensé ingenuamente que iba a trazar un plan de cómo ayudarles o salvarlos. Fue así que ellos terminaron salvándome a mí, por su afán de no victimizarse y luchar a diario con lo mínimo posible para seguir como pueblo.

Entre esas luchas de belleza humana están dos hermanas Elda Guadalupe Carrasquillo y Hilcia Guadalupe Carrasquillo, sobrinas del luchador eterno contra la Marina del USA, Ismael Guadalupe Ortiz.

Elda e Hilcia, tomaron en sus manos la organización de reuniones comunitarias en los Barrios de Vieques. Fue necesario crear una bitácora de las necesidades por familias y casas para luego en conjunto con el Municipio buscar ayuda.

El Gobierno Municipal de Vieques colapsó. O fue que no supo lidiar con la crisis humanitaria. Así, las hermanas crearon redes de ayuda por medio de personas que residen en la Isla Grande y en la Diáspora.

Fui testigo de esas reuniones comunitarias, como lo soy de que no cobraron un centavo por su labor. Su único objetivo era ver que las madres con sus bebés tuvieran su, comida, agua, pañales y cubiertas sus necesidades básicas.

Las fotos que ven, son parte de una reunión convocada en El Barrio de Santa María, en el Parque de Pelota donde existía un intercambio de frustraciones y desespero por carecer de tantas cosas y la escasez de ayuda.

Durante varios meses -día y noche- Elda e Hilcia, en conjunto con sus familias, se tiraron encima la carga de dicha coordinación y todos vimos el fruto de su gran hazaña.

Como observadora de este y otros muchos grandes gestos de solidaridad me conmueve escribir, visibilizarlas.

La belleza está en que no buscan reconocimiento y sentirán vergüenza ajena cuando sepan que esto está publicado, pero de eso se trata, de sembrar esperanzas que otro país es posible y que las mujeres ante todo, -a pesar de la doble carga, las responsabilidades- lo asumen en nuestro diario vivir.

Son tantas las mujeres que he conocido a lo largo de esta experiencia de lucha desde 1999, que me duele no tener el espacio de escribir sus nombres, aunque siempre tienen mi corazón. Puedo decir: Nilda Medina, Norma Torres, Judith Colon, Norma Salazar, Severina Guadalupe, y muchas que fuimos cómplices de crear espacios sanos.

Por ellas y muchas más, va este escrito, para nunca olvidar la belleza femenina, con todas sus contradicciones y decisiones acertadas.

 

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