Se fue en silencio, ayer por la tarde, a una habitación del hospital, donde había sido trasladada de la cárcel tras caer su condición.

Se fue a la huelga de hambre 238 con la que pedía un juicio justo en un país, Turquía, donde la justicia y la libertad son conceptos inexistentes. Especialmente si eres mujer, peor aún si eres defensora de los derechos del pueblo trabajador y muy especialmente si eres comunista y no doblas la espalda ante un poder que quisiera taparte la boca.

Así murió, Ebru Timtik, de hambre y de injusticia.

Su corazón simplemente se detuvo porque ya no tenía nada que bombear en un cuerpo escarnificado de la inedia.

Murió defendiendo su derecho a un juicio justo, tras ser condenada a 13 años, junto con otros 18 abogados como ella, detenidos con la acusación de terrorismo, solo por defender a otras personas acusadas del mismo crimen.

Murió como Ibrahim y como Helin y como Mustafa de Grup Yorum, fallecieron después de 300 días de ayuno para combatir la misma acusación y al mismo régimen fascista.

Murió luchando con sus ideas pero también con su propio cuerpo, hasta las extremas consecuencias, una batalla que en la Turquía de Erdogan y los anticomunistas, la Turquía fascista, ya no es posible pelear con una palabra, un voto, una manifestación de plaza.

Murió como lo hacen las y los héroes de la clase trabajadora sacrificando su vida por los derechos de todas y todos.

Solo hay una forma de celebrar la memoria de esta gran mujer: no te quedes callado. Hacer llegar su voz lo más lejos posible, donde ella ya no puede llegar. La lucha y organización revolucionaria son el vehículo para lograrlo.

Las bestias olvidan que hay ideas tan fuertes capaces de sobrevivir incluso a la muerte.

Hasta siempre camarada Ebru!!