Presentación del libro Memorias de cuarenta años de amistad con gente de Guadalupe* |
Escrito por Ángel Rodríguez León |
Viernes, 22 de Diciembre de 2023 15:09 |
Saludos a todos y todas: Lo primero que tengo que decir es que cuando el amigo y compañero de lucha Juan Luis Gómez Rosa me pidió que participara de esta presentación me sentí más que honrado. Aquí hay gente que lo conoce de toda la vida, pero yo lo conocí en la época en que Sonia y yo nos estábamos integrando al Nuevo Movimiento Independentista Puertorriqueño, el siempre bien recordado NMI, allá para 1997. Él era parte de ese grupo de líderes ya formados que nos acogieron en la organización y nos trataron de tú a tú, con mucho respeto y familiaridad a la vez.
Desde el principio de esa relación, Juan Luis nos contaba de sus andanzas por el Caribe. Por ejemplo, de él fue que escuché por primera vez de los garífunas. Poco a poco me fui enterando de todas las facetas de este militante independentista.
Juan Luis es maestro de historia y educación física; sindicalista; cooperativista; deportista, tanto porque lo practica él mismo como en calidad de entrenador y conocedor profundo del deporte, a la vez que analista de las implicaciones sociales y políticas del deporte; músico y conocedor de la música, especialmente la afrocaribeña; conductor de programa radial; patriota comprometido con la liberación nacional puertorriqueña que ha ocupado diversos puestos en las organizaciones en las cuales ha militado; hostosiano dedicado en los últimos años a profundizar en el pensamiento del insigne mayagüezano a través de su participación en la Comisión Hostos 180; y caribeñista de convicción y de práctica, que valora de manera muy particular los elementos afro de nuestra cultura caribeña. Todas estas facetas están presentes en su libro. Esta última, la que tiene que ver con la hermandad caribeña, es el principal tema que atraviesa y le da razón de ser al libro.
Leyendo Memorias de cuarenta años de amistad con gente de Guadeloupe, uno se sumerge en una solidaridad antillana no teórica ni académica, sino vivencial.
Tenemos que reconocer el poco conocimiento que tenemos en Puerto Rico sobre el Caribe no hispano. Pues aquí tenemos a un puertorriqueño que ha entablado una relación viva con una de nuestras vecinas caribeñas. (Bueno, con más de una, pero aquí nos estamos limitando a lo que respecta a Guadalupe.) A través del libro nos ponemos en contacto con un Caribe que se vive, que se gusta, se oye, se baila, se prueba. Se entrelaza en el texto información histórica, política y geográfica con la cotidianidad que solo puede conocer quien la ha vivido.
Yo creo que Juan Luis logró confirmar en Guadalupe que hay otras formas de vivir y de relacionarnos, al margen de la lógica del capital y la ganancia. El disfrute de la música, la conversación y la amistad como valores en sí mismos, nos señala que tal vez buscando en nuestras raíces culturales más profundas podremos visualizar esa vida alterna, ese mundo mejor posible al que aspiramos. En ese sentido, hay una mirada decolonial en todo el escrito. Cuando en un momento el autor afirma: “Comer en Guadalupe es un evento; es un proceso lento, sin prisa y con buena conversación.” Esa afirmación aparentemente sencilla tiene todo un mundo ideológico tras de sí.
Juan Luis muestra una gran admiración por la vida comunitaria de Guadalupe. Pero él también ha sabido propiciar ese sentido de comunidad en su propio vecindario. Partiendo de su familia, parte integral de esta aventura caribeña, la calle 76 de Villa Carolina se convirtió en uno de los protagonistas de la experiencia de solidaridad. Sus vecinos y vecinas acogieron a visitantes de Guadalupe en lo que parece se convirtió en un evento para todos. No faltó ni una parranda navideña en pleno verano.
A través del libro descubrimos las similitudes tanto culturales como políticas entre Puerto Rico y Guadalupe. Ambas naciones fuimos y somos víctimas del colonialismo. Ambas nos mantenemos en pie de lucha. Los años ´60 y ´70 fueron de mucha convulsión y de mucha represión, allá como acá. Como Puerto Rico, Guadalupe tiene su diáspora; nosotros en Estados Unidos y Guadalupe en Francia. Y en ambas los temas identitarios están muy presentes. Al final podemos decir como Eloísa Jiménez González, la esposa de Juan Luis: “Conociéndolos me di cuenta de que todos somos iguales, que tenemos los mismos problemas.”
En el libro verán que el primer encuentro de Juan Luis con la gente de Guadalupe fue fortuito, casual, pero la relación de 40 años es producto de la voluntad y la consciencia. Después de todo, ese encuentro se pudo quedar ahí, si Juan Luis no hubiera tenido ya un alto sentido de solidaridad. Permítanme citar a su hija, Marta Victoria (que escribió un testimonio realmente hermoso), refiriéndose a ese encuentro entre su padre y el maestro guadalupeño Gastón Gatiberza en el Viejo San Juan: “Fue normal ver a mi papá ayudar a otros aun sin conocerlos y más si está relacionado a la cultura y el deporte. Y en este caso la cultura de un país caribeño, antillano los unía, además de la cultura del baloncesto, así fue que los llegó a unir a Gastón y a Juan Luis.”
El tema de la música, por supuesto, también está presente de forma protagónica. La música como mucho más que diversión y esparcimiento. Aquí la música está vinculada a la identidad y a la lucha por la libertad y la justicia social. Pero no cualquier música, sino la que nos legó la Madre África, que produjo una bomba aquí y un Gwo-ka allá, que son casi indistinguibles. Porque culturalmente África une lo que las potencias imperiales pretendían y aun pretenden separar. Pero esa unidad cultural no se puede dejar al azar, hay que fomentarla. Por eso Juan Luis ha actuado de como promotor de encuentros musicales, como la visita del grupo Calabó a Guadalupe (Reconocemos la presencia de Marie Ramos, directora de esta importante agrupación), e incluso de encuentros de artistas plásticos. Igual tarea asumió en el tema deportivo. Y es que música y deporte siguen siendo esos espacios donde nos sentimos en igualdad de condiciones con las demás naciones del Planeta. Estos son espacios importantes para el trabajo descolonizador y decolonial.
No es que lo dudara, pero vemos que tampoco ha perdido nunca oportunidad de hablar de nuestra situación política y de nuestra lucha. A la menor oportunidad se convierte en embajador de nuestra causa. Ya sea hablando, compartiendo nuestras publicaciones. Todavía lo hace, de forma electrónica. Sabemos que esta es un área a la cual le dedica gran cantidad de tiempo y energía hasta el sol de hoy.
Menciono ahora algunas características del libro, más allá de su temática. Es de lectura fácil y amena, dividido en capítulos cortos y con 28 fotos que ilustran muchos de los momentos reseñados. Estas fotos dan un sentido de familiaridad que recuerdan los álbumes de fotos que había en la casa de la mayoría de nosotros.
En términos de género literario, Memorias de cuarenta años de amistad con gente de Guadeloupe se mueve entre la memoria y la crónica. Recordemos que las memorias como género no es lo mismo que la autobiografía. La memoria es un relato parcial, ya sea porque trabaja solo una época de la vida o un aspecto durante una época de la vida. Este es el caso de este libro, pues sabemos que Juan Luis participó de otros muchos espacios, además de su relación con Guadalupe, durante el periodo que cubre la narración. Por cierto, algunos consideran a San Agustín y su libro Confesiones como la primera manifestación de este género, así que estamos ante un texto que tiene tras de sí una larga tradición. Pienso que tiene mucho también de crónica por la exactitud del relato, que incluye fechas, lugares y nombres con precisión periodística. Gabriel García Márquez definió una crónica como “un cuento que es verdad”. Y así se siente el texto que estamos presentando. Son vivencias reales, pero contadas de una forma particular. El texto oscila entre lo aparentemente personal y lo colectivo y político. Pero a la larga uno ve cómo se van borrando las fronteras entre lo uno y lo otro. Todo en el libro se termina revelando como político, social y a la vez intensamente personal y vivencial. Me explico, pasamos en segundos de un rico cuz cuz con guiso de vegetales a la Resolución 1514(XV); del baile de Gwo Ka al pensamiento de Franz Fanon. Y el autor logra que este tránsito se sienta natural.
Otra cosa que noté es que el autor no le da digeridas al lector todas las implicaciones de lo que describe. No pretende pensar por el lector, sino que da la oportunidad de que, a partir de las vivencias que comparte, lleguemos a nuestras conclusiones e implicaciones, de acuerdo con nuestra propia forma de ser y conocimientos previos. Es decir, no cae ni en el panfleto ni en el sermón, lo cual se le agradece.
Termino advirtiendo de un problema que posiblemente tengan mientras leen y sobre todo cuando terminen. Se queda uno con ganas de visitar Guadalupe, de escuchar Gwo ka y aprender sobre este ritmo tan parecido a nuestra bomba, de comer los manjares que Juan Luis menciona, de conocer su gente.
Así que solo nos queda felicitar a Juan Luis y decirle que sabemos que hay otras muchas memorias esperando a ser escritas.
¡Gracias! *Presentación llevada a cabo el 20 de diciembre de 2023 en la Casa Soberanista |
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