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"Conmemoración" del 4 de julio en la Placita Roosevelt en Hato Rey PDF Imprimir Correo
Escrito por Angel M. Rivera Rivera, Movimiento Independentista Nacional Hostosiano   
Viernes, 05 de Julio de 2024 11:03

 

Mensaje del 4 de julio de 2024 en la Placita Roosevelt

El 4 de julio en la colonia de Puerto Rico es una fecha infame.  Nos recuerda el nacimiento oficial de una nación que, como decía Bolívar, creyó haber llegado al mundo para sojuzgar a los pueblos de América por mandato divino.  Pues bien, además del profundo resentimiento que nos produce el contrasentido de que en una colonia cautiva se celebre la independencia de la potencia carcelaria, no podemos olvidar que el viacrucis colonial que ha sufrido el pueblo puertorriqueño no es mayor del que ha padecido nuestra América.

Es harta conocida una de las tantas embustes del imperio cuando en el 1823, a tan solo 47 años de la declaración de independencia, determinó que América debía ser solo para los americanos.  Siempre fue obvio que los yanquis no se referían a que Argentina fuera para los argentinos ni que México fuera para los mexicanos.  Tampoco fue del todo cierto que la proclama gringa pretendiera que la América entera fuera propiedad o dominio de la potencia del Norte con exclusión de las europeas.  Para los consorcios monopólicos (Truts) estadounidenses y la crisis de producción de ese país durante la última década del siglo XIX le eran convenientes el capital y los bancos europeos.

Desde muy temprano en el siglo XX, Estados Unidos diseñó un entramado financiero en virtud del cual sus corporaciones multinacionales actuarían en combinación con la banca europea occidental que, desde la segunda mitad del siglo XIX, disfrutaba y representaba la época de las vacas gordas del flamante capitalismo al calor de la Revolución Industrial.  Parte del plan era que Estados Unidos sirviera de soporte y auxilio de la banca europea, en primer lugar, para obligar a los débiles estados latinoamericanos a someterse a arbitraje obligatorio para dirimir toda controversia política, fronteriza o financiera entre ellos o con las potencias europeas.  Ese arbitraje lo controlaría Estados Unidos y las potencias capitalistas de Europa, de suerte que su laudo beneficiara al capital o a los intereses geopolíticos imperiales y coloniales.  En segundo lugar, Estados Unidos insistiría en que se le reconociera el derecho de intervenir militarmente en cualquier nación latinoamericana en defensa, no solamente de los ciudadanos y las propiedades estadounidenses, sino que no impediría que una nación extracontinental tomara represalias contra una nación latinoamericana deudora, siempre y cuando no adquiriera territorios como parte del cobro.  Es decir, Estados Unidos sería garante de las acreencias de la banca europea con cualquier país latinoamericano.  De modo que el Corolario Roosevelt de principios de siglo XX convirtió el dicho de América para los Americanos en América para el capitalismo internacional.

Como todos sabemos, la Enmienda Platt en la Constitución de Cuba de 1902 y la política entreguista del Presidente títere Tomás Estrada Palma, no solamente convirtieron el archipiélago cubano en propiedad comercial y financiera de Estados Unidos, sino que marcaron la política imperial en América Latina que los yanquis llaman panamericanismo, pero que en realidad es plattismo.  Los ejemplos de ello sobran y son conocidos, pero no está de más recordar algunos de ellos:

  1. En 1903, el parlamento colombiano impidió que su presidente regalara a Estados Unidos un pedazo de Istmo del Darién para construir un canal interoceánico.  En respuesta, los gringos promovieron y financiaron una rebelión separatista de los panameños para que, una vez obtuvieran su independencia, los rebeldes triunfantes le pagaran el favor a Estados Unidos con el canal y una franja de su territorio.  Durante la guerra de panameños contra colombianos, la Marina de Guerra de Estados Unidos impidió que Colombia se defendiera del experimento secesionista.
  2. La banca estadounidense y europea occidental promovieron agresivamente conceder préstamos de enormes cantidades de dinero a los empobrecidos estados latinoamericanos con la previsible y deseable probabilidad de que no pudieran pagarlos.  ¿Cuál sería la reacción de Casa Blanca ante el impago?  Por supuesto, bloqueos, bombardeos o incautación de las aduanas del país deudor por parte de los acreedores europeos o los interventores estadounidenses, muchas veces unilateralmente y sin arbitraje.  Con esto Estados Unidos se convertía en el policía o en agente cobrador militar de la oligarquía financiera internacional, particularmente de los monopolios que florecían en Wall Street.
  3. La siguiente escuela imperial consistió en la estratagema yanqui de preparar, entrenar y financiar ejércitos profesionales al interior de cada país intervenido.  Con ello se pretendía que la Marina de Guerra de Estados Unidos no interviniera tan directa ni frecuentemente para defender sus intereses, sino que el trabajo sucio interior lo hicieran los militares criollos que reprimirían a diestra y siniestra el menor asomo de cuestionamiento de la política gringa.  Tales fueron los casos de Mon Cáceres en República Dominicana, Porfirio Díaz en México y Tacho Somoza en Nicaragua.
  4. A la estrategia de guerra de represión contra los pueblos, la complementó la práctica de nombrar en puestos claves del Departamento de Estado en Washington a abogados y cabilderos de las multinacionales estadounidenses que extraían las riquezas naturales de las naciones intervenidas.  Así, vimos bufetes de abogados convertidos en agencias del Estado, promoviendo intereses privados en el gobierno, como por ejemplo los de la United Fruit y los negocios de la oligarquía de los Morgan.
  5. Finalmente, recordemos la llamada diplomacia del dólar.  Esta pretendía (aunque realmente nunca lo logró del todo) sustituir al fusil y al cañón invasor como estrategias de cobro y saqueo.  Lo que sí fue más obvio y exitoso fue sustituir gradualmente el capital europeo por el gringo.  Por cada nuevo préstamo que un banco de Estados Unidos concedía, el país deudor liquidaba su antigua deuda con el banco europeo, quedando a deber y pagar al banco yanqui a un interés mayor.  El nuevo deudor, o pagaba con dinero o pagaba con su soberanía.

Luego de 1946, con la Guerra Fría y la otra hipocresía de la Política del Buen Socio, vimos como Estados Unidos inundó Nuestra América de dictadores de derecha que en realidad eran capataces que cobraban bien por velar los intereses de Estados Unidos en la región.  Todavía nuestros pueblos olfatean la sangre guatemalteca derramada en 1954, con el derrocamiento del Presidente democrático Jacobo Arbens Guzmán, la sangre dominicana de 1963-65 con el derrocamiento del Presidente democrático Juan Bosch y la posterior Guerra Civil, y la sangre chilena en 1973 con el derrocamiento del Presidente democrático e inolvidable Salvador Allende.

Nuestra patria puertorriqueña también tiene un agente de cobro, que todo sabemos quién es.  Como si fueran pocos 126 años de saqueo y colonialismo, ahora nos gobierna una Junta de Control Fiscal que, como los antiguos interventores militares e incautadores de aduanas, nos cobran hasta la sangre para satisfacer a buitres y mogules que nos obligaban a deberles para cobrarnos con creces.  Por eso y por tantas cosas más, el 4 de julio, nada que celebrar.  En nombre de Nuestra América y en el nuestro propio, en lugar de “cumpleaños feliz”, le decimos QUE SE VAYAN DE AQUÍ.

En San Juan, Puerto Rico, a 4 de julio de 2024.

 

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