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El reto del Tea Party PDF Imprimir Correo
Escrito por Javier Colón Morera   
Lunes, 24 de Octubre de 2011 03:18

teapartyEl llamado Tea Party es, sin dudas, un fenómeno político al que hay seguirle la pista en Estados Unidos, tanto por lo que es como por lo que representa.

 

 

Es un movimiento bastante amplio de ciudadanos agrupados en una estructura poco jerárquica y descentralizada, con un considerable apoyo de sectores adinerados comprometidos con una agenda ideológica. El Tea Party cuenta con una vasta cubierta mediática y fue factor determinante en la amplia victoria republicana en el Congreso de EEUU en las elecciones de 2010. Desde entonces, en cierto modo, controla la agenda de discusión política y el debate público pues ha estado a punto de forzar el cierre del gobierno de EEUU en varias ocasiones sino obtienen reducciones draconianas en el gasto federal del gobierno central.

La visión en torno al futuro de EEUU que impulsa este movimiento populista debe de ser, sin duda, el eje discursivo de las elecciones de 2012 en ese país. Movimientos populistas de derecha hay en todas partes. Eso es una cosa. Que gocen del apoyo de un tercio de la población, e impulsen políticas regresivas en un país caracterizado por la creciente desigualdad social, plantea problemas de otra magnitud. En Puerto Rico podemos ignorar estos desarrollos, como siempre, a nuestro propio riesgo.

Este verano el Tea Party se colocó en un juego de confrontación con la presidencia y se mostró dispuesto a tener una colisión de frente con Barack Obama sobre el presupuesto. Ganó esa batalla de forma impresionante y clara al obligar a Obama a realizar ajustes de reducción de gastos sin imponerle nuevas contribuciones a los sectores más adinerados de EEUU. Al prevalecer de forma tan contundente logró debilitar la figura del Presidente de tal forma que provocó una merma sustancial en su popularidad. Ello obligó al presidente a reinventarse, a su vez, como campeón de causas populistas desde una posición liberal.

Apoyados por un canal de televisión de noticias de amplia difusión (Fox News se considera la principal fuente de noticias mediante cable en EEUU) entre la población blanca del país, a los voceros de este movimiento no le han faltado foros de expresión. Pero el sesgo de esa estación en varios aspectos es impresionante. Por ejemplo, sólo 1.3 % de los negros ve esa cadena. Esto puede ayudar también a explicar, en parte, porqué el movimiento tiene un perfil racial blanco tan definido. Los comentaristas políticos populistas como Glenn Beck han tenido mucho que ver con la ascendencia de este grupo.

En Puerto Rico nadie debe subestimar las consecuencias de este nuevo fenómeno político que, en el plano doméstico, tiene su mira puesta en cuáles deben ser las funciones del gobierno federal y, sobre todo, cuál debe ser su nivel de gastos. Aquellos que ven este movimiento como un asunto meramente coyuntural o pasajero pueden estar confundiendo sus deseos con dinámicas políticas y sociales de largo alcance.  Según un ensayo reciente de Foreign Affairs la influencia de la derecha populista sobre la política doméstica y exterior de EEUU no debe ceder pronto.

En EEUU la mayoría de los estudiosos ven al Tea Party como una reencarnación derechista de un populismo que ha sido un elemento central de capítulos cruciales de la historia americana. En el ensayo de Foreign Affairs antes citado se dibuja un cuadro nada halagador de la influencia de esta coalición de grupos. Aunque existen grandes diferencias y tonalidades, los seguidores de este movimiento son altamente nacionalistas y apoyan el uso unilateral del uso de la fuerza militar de EEUU.

No se trata de un sector insignificante de la opinión pública de EEUU. Las últimas estadísticas en el 2011 de la firma Gallup ilustran que un 33% continúa simpatizando con este movimiento. Ese nivel de apoyo no es despreciable si se toma en cuenta que el referido estudio de opinión se llevó a cabo recientemente y luego de que los líderes de ese movimiento ayudaran, en el Congreso, a provocar la crisis en torno a las condiciones necesarias para autorizar elevar el tope de la deuda pública de ese país.

Esa crisis sobre el manejo de la deuda pública provocó un acuerdo de reducción de gastos del gobierno que la opinión pública ha censurado ampliamente y que ha provocado la más baja popularidad del poder legislativo desde que se lleva récord de la misma. Es por eso en parte que ahora un alto 47% de los encuestados no simpatiza ya con esta variante del populismo derechista de EEUU. Esos recortes se deben empezar a sentir en todo EEUU, y en PR, el próximo año en áreas muy sensibles de necesidad social. Ello quiere decir que a este largo ciclo recesivo se le añade ahora la complicación adicional de un recorte real en el monto de las transferencias federales.

Este movimiento adquirió prominencia en el 2009 luego de que uno de los reporteros de CNBC hiciera una especie de “arenga” sobre el exceso de gobierno y de impuestos en protesta por el plan gubernamental dirigido a “salvar” a las personas en peligro de perder sus casas por la crisis hipotecaria. Su protesta levantó una verdadera oleada social de reacciones. Las quejas del Tea Party eran dirigidas inicialmente a los dos partidos políticos principales, a los bancos, a la intervención excesiva del gobierno en su afán regulador entre muchos otros.

Aunque se le quiere representar exclusivamente como un movimiento de la extrema derecha, lo cierto es que el llamado Tea Party es una colección de tendencias bastante heterogéneo que va desde el llamado “centro derecha” hasta la extrema derecha de ese país. Todos son, sin embargo, altamente nacionalistas y tienen visiones muy distintas sobre cómo defender ese interés nacional.

Este movimiento parece reflejar una tendencia histórica derechista en EEUU en cuanto a movimientos sociales se refiere. Tal y como señaló hace un par de años  Ben McGraft en un incisivo ensayo sobre el tema en la Revista New Yorker, los populistas originales de EEUU de principios del siglo XX estaban a favor de la imposición de impuestos progresivos que le exigían más responsabilidad social a la clase privilegiada. McGraft nos recuerda como era un movimiento que le otorgaba una función esencial al gobierno en funciones básicas como el desarrollo de una política monetaria progresista para proteger los interese de los granjeros. Todo ello ahora queda como un recuerdo lejano frente a las denuncias de que el gobierno es parte importante del problema y no de la solución.

Reto para Puerto Rico

Para Puerto Rico el Tea Party constituye un verdadero reto. Hasta ahora, y durante varias décadas, la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos ha estado basada, en buena medida, en una fórmula relativamente estable: el mundo corporativo de EEUU obtiene enormes ganancias aquí sin pagar contribuciones federales y el Congreso aprueba transferencias federales para programas anti-pobreza. Como el 46% de la población cualifica para recibir fondos de diversos programas el impacto social y político de las transferencias es significativo.

Esta estrategia de estabilidad política – que más de un estudioso de la realidad de las relaciones entre PR y EEUU ha catalogado de cómo una especie de “trueque” que reduce el impacto económico de la condición territorial— ha estado basado en parte en la ignorancia del elector de EEUU sobre la naturaleza del arreglo. De este modo la forma de subsidiar la relación política-económica de la territorialidad sale de los bolsillos de un contribuyente de EEUU ajeno a los enredos de la política imperial de su país. La invisibilidad del caso de PR contribuye a este arreglo que no es considerado como issue relevante en la deliberación pública de EEUU.

En la medida en que este movimiento —altamente subsidiado por sectores económicos poderosos— pone su énfasis en el gasto gubernamental como tema central, puede estar generando dinámicas políticas novedosas. Ahora mismo los esfuerzos del Gobierno de Puerto Rico (y del Partido Popular Democrático) de gestionar nuevos incentivos contributivos para las corporaciones de EEUU que hagan negocio aquí pueden confrontar muchos problemas obteniendo el aval del sector que representa el Tea Party en la Cámara de Representantes, en donde el Partido Republicano tiene un sólido control de la agenda legislativa. Es en la Cámara de Representantes en donde se inicia cualquier proyecto de ley que afecte asuntos contributivos y de presupuesto.

Los símbolos del patriotismo

El Tea Party tiene muchas cosas a su favor. En primer término comprueba, una vez más, que en política el simbolismo importa. Este movimiento posee un nombre que intenta conectar con raíces muy fuertes en el “inconsciente colectivo” de la nación norteamericana. El Tea Party se refiere a una de las estrategias más efectivas de los independentistas radicales de las trece colonias empeñados en mostrar las debilidades del colonialismo inglés. En diciembre de 1773 un puñado de independentistas disfrazados de indios tiró al mar cientos de sacos de té almacenados en barcos ingleses en la bahía.

Fue una de esas demostraciones pequeñas que se elevan a una dimensión épica por las consecuencias políticas posteriores. Fue, sin duda, uno de los momentos más dramáticos de la lucha independentista. Al echar al mar más el té los revolucionarios mostraron su disposición a retar a los ingleses de forma abierta. Al desafiar el monopolio en la distribución del té de la East India Company lograron provocar la furia del imperio que respondió  estableciendo el bloqueo al puerto de Boston como medida de presión.

Este incidente fue crucial en coaligar una amplia red de solidaridad con Massachusetts que hizo de la ruta hacia la independencia una irreversible. Al día de hoy se estudia la estrategia del Tea Party como una magistral que provocó una sobrerreacción imperial determinante en que el movimiento independentista, que era en sus inicios muy minoritario, pudiera prevalecer mediante una hábil política de alianzas y concesiones entre unas colonias y otras.

Es menos conocido también que, un año después del Tea Party de Boston, un grupo de mujeres realizó una demostración en North Carolina contra los impuestos ingleses en lo que muchos catalogan la primera demostración femenina contra el colonialismo inglés. De este modo es fácilmente comprobable que los ecos del Tea Party resuenan fuerte en varios lugares del imaginario estadounidense

Tan importante es el símbolo del Tea Party que en distintos momentos diversas fuerzas políticas han intentado utilizar ese emblema para sus propios fines. En la década de los setentas este simbolismo fue utilizado por organizaciones de base de tono liberal para solicitar que la imposición de impuestos en EEUU fuera equitativa. ((Jill Lepore, The White in their Eyes, New Jersey, Princeton University Press, 2010)

La política del desencanto

El Tea Party representa una fuerza que hay que comenzar a entender. Es un movimiento con acceso a la toma de decisiones federal en áreas en donde las minorías pueden ser muy efectivas deteniendo el funcionamiento normal de la máquina gubernamental. Una amenaza de filibusterismo (requerir el voto de 60 senadores para poder terminar la discusión de la pieza legislativa) puede detener los procedimientos y descarrilar la consideración de proyectos importantes.

Una parte de su base de apoyo es aislacionista en su política exterior e interesa recortes fuertes en el nivel de involucración de EEUU en asuntos de política exterior. Esta es una posición minoritaria dentro de la opinión pública de EEUU pero ha llevado a extrañas alianzas en el Congreso con sectores demócratas interesados en rebajar el gasto militar y aumentar el gasto en la infraestructura interna de EEUU.

El Tea Party representa una tradición populista en EEUU que ha tenido larga vida y no siempre ha tenido el sesgo derechista y racista de esta última evolución. Es un error subestimar la importancia de este fenómeno en momentos en que la pobreza aumenta (más de 15%) y el desencanto con la clase política se hace más patente. A veces parece que nos conformamos con verificar los excesos más absurdos del Tea Party como aquellos que aplauden ante la idea de que un ciudadano muera por no tener plan de salud en un accidente de tránsito porque ello sólo es una muestra de irresponsabilidad personal. Ciertamente ello ofende como insensible y lo es. Pero hay más que eso, mucho más, explicando la fuerza de esta última modalidad del populismo derechista en EEUU y sus posibles repercusiones.

Fuente: 80grados

El reto del Tea Party

por | 7 de Octubre de 2011 | 4:14 am – 1 Comment

El llamado Tea Party es, sin dudas, un fenómeno político al que hay seguirle la pista en Estados Unidos, tanto por lo que es como por lo que representa. Es un movimiento bastante amplio de ciudadanos agrupados en una estructura poco jerárquica y descentralizada, con un considerable apoyo de sectores adinerados comprometidos con una agenda ideológica. El Tea Party cuenta con una vasta cubierta mediática y fue factor determinante en la amplia victoria republicana en el Congreso de EEUU en las elecciones de 2010. Desde entonces, en cierto modo, controla la agenda de discusión política y el debate público pues ha estado a punto de forzar el cierre del gobierno de EEUU en varias ocasiones sino obtienen reducciones draconianas en el gasto federal del gobierno central.

La visión en torno al futuro de EEUU que impulsa este movimiento populista debe de ser, sin duda, el eje discursivo de las elecciones de 2012 en ese país. Movimientos populistas de derecha hay en todas partes. Eso es una cosa. Que gocen del apoyo de un tercio de la población, e impulsen políticas regresivas en un país caracterizado por la creciente desigualdad social, plantea problemas de otra magnitud. En Puerto Rico podemos ignorar estos desarrollos, como siempre, a nuestro propio riesgo.

Este verano el Tea Party se colocó en un juego de confrontación con la presidencia y se mostró dispuesto a tener una colisión de frente con Barack Obama sobre el presupuesto. Ganó esa batalla de forma impresionante y clara al obligar a Obama a realizar ajustes de reducción de gastos sin imponerle nuevas contribuciones a los sectores más adinerados de EEUU. Al prevalecer de forma tan contundente logró debilitar la figura del Presidente de tal forma que provocó una merma sustancial en su popularidad. Ello obligó al presidente a reinventarse, a su vez, como campeón de causas populistas desde una posición liberal.

Apoyados por un canal de televisión de noticias de amplia difusión (Fox News se considera la principal fuente de noticias mediante cable en EEUU) entre la población blanca del país, a los voceros de este movimiento no le han faltado foros de expresión. Pero el sesgo de esa estación en varios aspectos es impresionante. Por ejemplo, sólo 1.3 % de los negros ve esa cadena. Esto puede ayudar también a explicar, en parte, porqué el movimiento tiene un perfil racial blanco tan definido. Los comentaristas políticos populistas como Glenn Beck han tenido mucho que ver con la ascendencia de este grupo.

En Puerto Rico nadie debe subestimar las consecuencias de este nuevo fenómeno político que, en el plano doméstico, tiene su mira puesta en cuáles deben ser las funciones del gobierno federal y, sobre todo, cuál debe ser su nivel de gastos. Aquellos que ven este movimiento como un asunto meramente coyuntural o pasajero pueden estar confundiendo sus deseos con dinámicas políticas y sociales de largo alcance.  Según un ensayo reciente de Foreign Affairs1 la influencia de la derecha populista sobre la política doméstica y exterior de EEUU no debe ceder pronto.

En EEUU la mayoría de los estudiosos ven al Tea Party como una reencarnación derechista de un populismo que ha sido un elemento central de capítulos cruciales de la historia americana. En el ensayo de Foreign Affairs antes citado se dibuja un cuadro nada halagador de la influencia de esta coalición de grupos. Aunque existen grandes diferencias y tonalidades, los seguidores de este movimiento son altamente nacionalistas y apoyan el uso unilateral del uso de la fuerza militar de EEUU.

No se trata de un sector insignificante de la opinión pública de EEUU. Las últimas estadísticas en el 2011 de la firma Gallup ilustran que un 33% continúa simpatizando con este movimiento. Ese nivel de apoyo no es despreciable si se toma en cuenta que el referido estudio de opinión se llevó a cabo recientemente y luego de que los líderes de ese movimiento ayudaran, en el Congreso, a provocar la crisis en torno a las condiciones necesarias para autorizar elevar el tope de la deuda pública de ese país.

Esa crisis sobre el manejo de la deuda pública provocó un acuerdo de reducción de gastos del gobierno que la opinión pública ha censurado ampliamente y que ha provocado la más baja popularidad del poder legislativo desde que se lleva récord de la misma. Es por eso en parte que ahora un alto 47% de los encuestados no simpatiza ya con esta variante del populismo derechista de EEUU. Esos recortes se deben empezar a sentir en todo EEUU, y en PR, el próximo año en áreas muy sensibles de necesidad social. Ello quiere decir que a este largo ciclo recesivo se le añade ahora la complicación adicional de un recorte real en el monto de las transferencias federales.

Este movimiento adquirió prominencia en el 2009 luego de que uno de los reporteros de CNBC hiciera una especie de “arenga” sobre el exceso de gobierno y de impuestos en protesta por el plan gubernamental dirigido a “salvar” a las personas en peligro de perder sus casas por la crisis hipotecaria. Su protesta levantó una verdadera oleada social de reacciones. Las quejas del Tea Party eran dirigidas inicialmente a los dos partidos políticos principales, a los bancos, a la intervención excesiva del gobierno en su afán regulador entre muchos otros.

Aunque se le quiere representar exclusivamente como un movimiento de la extrema derecha, lo cierto es que el llamado Tea Party es una colección de tendencias bastante heterogéneo que va desde el llamado “centro derecha” hasta la extrema derecha de ese país. Todos son, sin embargo, altamente nacionalistas y tienen visiones muy distintas sobre cómo defender ese interés nacional.

Este movimiento parece reflejar una tendencia histórica derechista en EEUU en cuanto a movimientos sociales se refiere. Tal y como señaló hace un par de años  Ben McGraft en un incisivo ensayo sobre el tema en la Revista New Yorker, los populistas originales de EEUU de principios del siglo XX estaban a favor de la imposición de impuestos progresivos que le exigían más responsabilidad social a la clase privilegiada. McGraft nos recuerda como era un movimiento que le otorgaba una función esencial al gobierno en funciones básicas como el desarrollo de una política monetaria progresista para proteger los interese de los granjeros. Todo ello ahora queda como un recuerdo lejano frente a las denuncias de que el gobierno es parte importante del problema y no de la solución.

Reto para Puerto Rico

Para Puerto Rico el Tea Party constituye un verdadero reto. Hasta ahora, y durante varias décadas, la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos ha estado basada, en buena medida, en una fórmula relativamente estable: el mundo corporativo de EEUU obtiene enormes ganancias aquí sin pagar contribuciones federales y el Congreso aprueba transferencias federales para programas anti-pobreza. Como el 46% de la población cualifica para recibir fondos de diversos programas el impacto social y político de las transferencias es significativo.

Esta estrategia de estabilidad política – que más de un estudioso de la realidad de las relaciones entre PR y EEUU ha catalogado de cómo una especie de “trueque” que reduce el impacto económico de la condición territorial— ha estado basado en parte en la ignorancia del elector de EEUU sobre la naturaleza del arreglo. De este modo la forma de subsidiar la relación política-económica de la territorialidad sale de los bolsillos de un contribuyente de EEUU ajeno a los enredos de la política imperial de su país. La invisibilidad del caso de PR contribuye a este arreglo que no es considerado como issue relevante en la deliberación pública de EEUU.

En la medida en que este movimiento —altamente subsidiado por sectores económicos poderosos— pone su énfasis en el gasto gubernamental como tema central, puede estar generando dinámicas políticas novedosas. Ahora mismo los esfuerzos del Gobierno de Puerto Rico (y del Partido Popular Democrático) de gestionar nuevos incentivos contributivos para las corporaciones de EEUU que hagan negocio aquí pueden confrontar muchos problemas obteniendo el aval del sector que representa el Tea Party en la Cámara de Representantes, en donde el Partido Republicano tiene un sólido control de la agenda legislativa. Es en la Cámara de Representantes en donde se inicia cualquier proyecto de ley que afecte asuntos contributivos y de presupuesto.

Los símbolos del patriotismo

El Tea Party tiene muchas cosas a su favor. En primer término comprueba, una vez más, que en política el simbolismo importa. Este movimiento posee un nombre que intenta conectar con raíces muy fuertes en el “inconsciente colectivo” de la nación norteamericana. El Tea Party se refiere a una de las estrategias más efectivas de los independentistas radicales de las trece colonias empeñados en mostrar las debilidades del colonialismo inglés. En diciembre de 1773 un puñado de independentistas disfrazados de indios tiró al mar cientos de sacos de té almacenados en barcos ingleses en la bahía.

Fue una de esas demostraciones pequeñas que se elevan a una dimensión épica por las consecuencias políticas posteriores. Fue, sin duda, uno de los momentos más dramáticos de la lucha independentista. Al echar al mar más el té los revolucionarios mostraron su disposición a retar a los ingleses de forma abierta. Al desafiar el monopolio en la distribución del té de la East India Company lograron provocar la furia del imperio que respondió  estableciendo el bloqueo al puerto de Boston como medida de presión.

Este incidente fue crucial en coaligar una amplia red de solidaridad con Massachusetts que hizo de la ruta hacia la independencia una irreversible. Al día de hoy se estudia la estrategia del Tea Party como una magistral que provocó una sobrerreacción imperial determinante en que el movimiento independentista, que era en sus inicios muy minoritario, pudiera prevalecer mediante una hábil política de alianzas y concesiones entre unas colonias y otras.

Es menos conocido también que, un año después del Tea Party de Boston, un grupo de mujeres realizó una demostración en North Carolina contra los impuestos ingleses en lo que muchos catalogan la primera demostración femenina contra el colonialismo inglés. De este modo es fácilmente comprobable que los ecos del Tea Party resuenan fuerte en varios lugares del imaginario estadounidense

Tan importante es el símbolo del Tea Party que en distintos momentos diversas fuerzas políticas han intentado utilizar ese emblema para sus propios fines. En la década de los setentas este simbolismo fue utilizado por organizaciones de base de tono liberal para solicitar que la imposición de impuestos en EEUU fuera equitativa. ((Jill Lepore, The White in their eyes, New Jersey, Princeton University Press, 2010)

La política del desencanto

El Tea Party representa una fuerza que hay que comenzar a entender. Es un movimiento con acceso a la toma de decisiones federal en áreas en donde las minorías pueden ser muy efectivas deteniendo el funcionamiento normal de la máquina gubernamental. Una amenaza de filibusterismo (requerir el voto de 60 senadores para poder terminar la discusión de la pieza legislativa) puede detener los procedimientos y descarrilar la consideración de proyectos importantes.

Una parte de su base de apoyo es aislacionista en su política exterior e interesa recortes fuertes en el nivel de involucración de EEUU en asuntos de política exterior. Esta es una posición minoritaria dentro de la opinión pública de EEUU pero ha llevado a extrañas alianzas en el Congreso con sectores demócratas interesados en rebajar el gasto militar y aumentar el gasto en la infraestructura interna de EEUU.

El Tea Party representa una tradición populista en EEUU que ha tenido larga vida y no siempre ha tenido el sesgo derechista y racista de esta última evolución. Es un error subestimar la importancia de este fenómeno en momentos en que la pobreza aumenta (más de 15%) y el desencanto con la clase política se hace más patente. A veces parece que nos conformamos con verificar los excesos más absurdos del Tea Party como aquellos que aplauden ante la idea de que un ciudadano muera por no tener plan de salud en un accidente de tránsito porque ello sólo es una muestra de irresponsabilidad personal. Ciertamente ello ofende como insensible y lo es. Pero hay más que eso, mucho más, explicando la fuerza de esta última modalidad del populismo derechista en EEUU y sus posibles repercusiones.

 

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