María de las Mercedes Barbudo Coronado: Una mujer con historia |
Escrito por Lester López Nieves / En Rojo |
Miércoles, 23 de Abril de 2014 06:55 |
No es segura la fecha exacta de su nacimiento, pero se estima en 1773. La madre de María de las Mercedes, María Belén Coronado, fue inscrita en el Libro de matrimonios de blancos, pero condición de parda libre fue escrita y borrada dos veces, lo que sugiere que había duda sobre su ascendencia.
Este ensayo usa como fuente principal el trabajo de Raquel Rosario Rivera, ya que son muy escasos los datos sobre María de las Mercedes Barbudo Coronado. Datos personales María de las Mercedes Barbudo Coronado: Una mujer con historia Lester López Nieves / En Rojo Este ensayo usa como fuente principal el trabajo de Raquel Rosario Rivera, ya que son muy escasos los datos sobre María de las Mercedes Barbudo Coronado. Datos personales No es segura la fecha exacta de su nacimiento, pero se estima en 1773. La madre de María de las Mercedes, María Belén Coronado, fue inscrita en el Libro de matrimonios de blancos, pero condición de parda libre fue escrita y borrada dos veces, lo que sugiere que había duda sobre su ascendencia. María Belén era hija natural de María Soledad Coronado, una mulata que también fue hija natural sin saber quién era su padre. Lo más seguro es que fuera un militar. Era la época en que llegaba el mariscal Alejandro O’Reilly a sancionar a los soldados que cohabitaban con puertorriqueñas sin considerar condición o casta. O’Reilly decía que “cada soldado se arrancó con alguna negra o mulata que llamaba su casera” y le entregaba “cada uno de los cuatro pesos mensuales que recibía de tesorería para su subsistencia” y con ese dinero “comía el soldado, la casera” y los hijos. Era la época en que Puerto Rico se reducía a una rudimentaria ciudadela militar, donde muchos de los soldados hacían servicio obligatorio. María Belén, la madre de Mercedes, se casó con un soldado de mediana importancia, quizá sargento, porque disponía de ciertas comodidades, y vivían en una casa de la Calle Luna, de mampostería techada de ladrillo, que generalmente correspondía a los comerciantes y artesanos de “mediana fortuna”. Luego, María de las Mercedes se mudó a la calle San Sebastián, esquina San José, donde se dedicó por más de una década a cuidar a su hermana María del Rosario, quien padecía de una desconocida enfermedad, y a su sobrina Rita Mercadillo Barbudo, de quien se encargó. Ambas, María Belén, madre, y María Soledad, abuela, llevaban dos generaciones de descendencia matrilineal, conservando el apellido Coronado. El padre de María Mercedes, Domingo Tomás Barbudo, se cree que llegó a Puerto Rico con los refuerzos de guarnición que envió España a Puerto Rico luego de que La Habana fuera sitiada por los ingleses durante la Guerra de los Siete Años. Se cree también que Domingo Tomás Barbudo partió de Puerto Rico por una década, entre 1775 y 1785 aproximadamente, y que su ausencia se debió a la participación de las tropas españolas en la campaña de apoyo a la Revolución estadounidense en Pensacola. Los Barbudo Coronado eran tres hermanos: José, María de las Mercedes, María del Rosario y María. La familia Barbudo Coronado tenía parentesco con las familias Campeche y Baldorioty. Rosa Arzola Campeche, la sobrina de José Campeche, fue la primera esposa de José Barbudo, hermano mayor de María de las Mercedes. José Barbudo tuvo siete hijos con diferentes mujeres, aunque sólo se casó con la primera. Su tercera mujer fue María del Rosario Baldorioty. Con María del Rosario tuvo una hija llamada Ramona, que fue la hermana de Román Baldorioty de Castro en otro enlace. La familia Barbudo Coronado heredó capital de Juan Veloz Coronado, único hermano de María Belén, quien reconoció a su hermana y a sus hijos antes de morir. Aparentemente era un buen caudal, y Veloz debió ser comerciante o contrabandista. Educación María de las Mercedes era una mujer educada. No se sabe con exactitud cómo estudió, pero se cree que, dado a lo habitual de la época, estudió con las monjas en el Convento de las Carmelitas. Esto se evidencia de su fina caligrafía, que exhibía al escribir sus cartas. A su estilo de escribir se le llamaba “letra de monjas”, por el método de enseñanza de las religiosas, que consistía en la práctica de leer y copiar hasta perfeccionar la caligrafía. En su época existían pocas escuelas para las mujeres. Estaban las “matronas”, que iban a las casas de los pudientes a educar sus hijos. También, había pequeñas escuelas privadas, con licencia o sin licencia, condición que dependía de si pagaban o no al cabildo, y no a alguna certificación de calidad. Una de estas escuelas “con licencia” fue fundada por el maestro Victoriano de Aldea Urries, a quien también se le atribuye parte de la educación de María de las Mercedes. Aldea Urries es mencionado como un importante educador y científico de la época, quién colaboró con el proceso evolutivo de la botánica transatlántica.1 Con el tiempo, María Mercedes aprendió a manejar los negocios de su tío, Juan Veloz Coronado, quien era prestamista, y se convirtió en una comerciante acreditada del área de San Juan. Cuando María de las Mercedes tenía 15 años estalló la Revolución Francesa. En Puerto Rico se celebraba la coronación de Carlos IV con carreras de caballo, lo cual era usual en San Juan, y donde muy probablemente María de las Mercedes participó. Tendría 17 años cuando en 1791 se alzaron en Haití y 23 cuando Abercromby irrumpe en Puerto Rico, en 1797. Dentro de este contexto histórico se dan los años formativos de nuestra insigne protagonista. Contexto político En 1797 la población de San Juan fue movilizada para su defensa contra los ingleses, donde seguramente participaran el padre y el hermano de María de las Mercedes. El gobernador Ramón de Castro declaró un estado de sitio y la ciudad sufrió dos semanas de intenso bombardeo. Por eso fue con gran júbilo que se celebró la huida de los invasores. Se agradeció a Dios en las misas, desfilaron los militares y hubo infinidad de fiestas. Por eso se dice que el comienzo del siglo XIX en Puerto Rico fue considerablemente optimista. Pero esa felicidad no duraría mucho para nuestra María de las Mercedes. En 1808, su madre, María Belén, aparece como viuda en los registros. O sea, que no sabemos cómo, pero su padre, Domingo Barbudo, ha fallecido, quién sabe si durante el conflicto con los ingleses. En 1817 murió su querida hermana María del Rosario. María de las Mercedes contaba 44 años ese año. En 1824, cuando tenía 51 años, el gobernador Miguel de La Torre ordena un registro de su casa, donde se incautan varios documentos comprometedores, entre ellos periódicos de Venezuela, publicaciones europeas y posiblemente ensayos que ella misma escribiera, de los cuales hay testimonio de su existencia en la Biblioteca Carnegie de San Juan, y que hoy día no se sabe dónde están. María de las Mercedes estaba al tanto de los acontecimientos políticos, en especial durante la invasión napoleónica y el periodo constitucional, gracias a las noticias de padre y hermano, que estuvieron activos en el vaivén de las operaciones militares. Y no era para menos, pues miles de nuevos soldados llegaron a Puerto Rico con el Ejército Expedicionario, o Ejército Realista de España, a partir del levantamiento en México en 1810, y muchas tropas puertorriqueñas también fueron desplazadas de sus regimientos fijos. Matías Escuté Valvei, hijo, un coronel realista puertorriqueño que luego tornó subversivo, estableció amistad con María de las Mercedes. El padre del coronel Escuté fue el sargento Matías Escuté, padre, compañero de armas de Domingo Barbudo en las campañas de Pensacola. Otro liberal, el venezolano José María Rojas, se reunía con Mercedes en su casa, la cual se sospecha que fue centro de reuniones de conspiradores contra España. Rojas era un agente revolucionario que colaboraba con Bolívar. Con la instalación del gobernador Miguel de La Torre en 1823, llegó un nuevo periodo de recrudecida represión en la Isla. José de Luque, un espía contratado por La Torre, fue quien descubrió las correspondencias de María de las Mercedes con los liberales en Puerto Rico. Entre estas correspondencias se encuentra que María de las Mercedes conocía al general puertorriqueño Antonio Valero Bernabé. De hecho, se piensa que fue la misma María de las Mercedes quien recomendó a Valero para unirse al Ejército Libertador de Venezuela. Se vincula con la venezolana Josefa Zavaleta de Arrubla, esposa de Juan Manuel Arrubla, amigos ambos del prócer Francisco de Paula Santander. Josefa Zavaleta estuvo en Puerto Rico, donde fue encarcelada por sus expresiones antiespañolas en 1823, y era cuñada del coronel Escuté Valvei, quien estaba casado con su hermana, María Luisa Zavaleta. De Josefa Zavaleta no se supo más, después de su cautiverio en La Fortaleza. Al coronel Escuté Valvei se le atribuye la fundación de la Imprenta Fraternidad, en la Calle San Justo, donde se produjo el primer periódico de Puerto Rico, el Diario Liberal y de Variedades. Este periódico tuvo su mayor despliegue durante el Trienio Liberal, y casi todos sus artículos se publicaban bajo el anonimato. En el 1823 arrestaron al coronel por unas correspondencias de Santomas que lo implicaban a él y a María de las Mercedes en un plan para derrocar al gobierno español en Puerto Rico, pero éste logró escapar de su prisión del Castillo San Cristóbal. El gobernador La Torre vigiló la casa Barbudo por año y medio, desde septiembre de 1823. La conspiración liberal contempló la toma de los fuertes de San Juan. La médula de los subversivos consistía de los propios oficiales puertorriqueños en el ejército realista. Además de la casa de los Barbudo, se vigilaba la de los Hernaíz. La casa Barbudo, ahora, sólo consistía de María de las Mercedes y su sobrina Rita, hija de su fenecida hermana María del Rosario. Pedro Tomás de Córdova hace referencia a una mujer en San Juan que recibía cartas disidentes, en cuya casa se reunían para discutir sobre “materias políticas peligrosas al sosiego público”.2 Una de las cartas interceptadas, que incluía una proclama, leía lo siguiente: ¡Americanos puertorriqueños! Despertad de vuestra apatía antes de que España os deje redimidos a un puñado de tierra impotente, para que seáis eternamente esclavos de bárbaros cosacos o españoles poco menos bárbaros. Ya es tiempo de que hagamos, de que obtengamos lugar distinguido en el mundo, de que obremos como hombres sin necesidad de tutores y luchemos mucho contra los españoles intrusos y obstinados, en disponer lo ajeno. ¡Viva la independencia! ¡Viva la libertad! ¡Viva la República de Colombia!3 Y lo más admirable es que María de las Mercedes nunca negó su complicidad con las cartas, todo lo contrario, reclamó que se las devolvieran. Según los informes del gobernador, el padre José Antonio Bonilla era uno de los liberales que visitaba la casa de María de las Mercedes. Al parecer, María de las Mercedes era una persona de posición significativa, ya que hizo varias recomendaciones de confianza sobre distinguidas personas, como la ya mencionada de Valero, y otra sobre el sacerdote Francisco Pérez, quien era otro separatista puertorriqueño que partió a luchar por la independencia en Venezuela. Otro singular camarada de María de las Mercedes fue José María Vargas, sexto presidente de Venezuela, con quien se cree que estuvo estrechamente vinculada. La excusa más obvia, ya que Vargas era médico, era la visita a María del Rosario, su hermana enferma. Después del destierro de Mercedes, el doctor Vargas se fue de Puerto Rico, acto que fue delatado desde Santomas, donde el espía José Luque lo descubrió, a La Torre. El Diputado a las Cortes de 1820, el general Demetrio O’Daly, también fue amigo de María de las Mercedes. O’Daly fue mandado a arrestar por el gobernador, por estar involucrado en el movimiento separatista. Una de las razones principales, expresadas por el propio gobernador, para el destierro de María de las Mercedes, fue usar su hogar como centro de reuniones para los separatistas. La Torre se quejaba de que: … esta mujer desde hace años observa esta conducta, mantiene en su casa tertulia de gentes nocivas, propalaba sus designios con cautela y dispone los ánimos de la juventud inexperta, sigue difundiendo sus perversas opiniones, su perniciosa doctrina de independencia y su odio terrible contra el paternal gobierno de Su Majestad.4 Las reuniones en casa de María de las Mercedes eran similares a las logias de los masones, excepto que por ser mujer, no se le permitía tal categoría. Se cree que un cargamento de 90 libros subversivos procedente de Francia, entre los cuales figuraba El Contrato Social, de Rousseau, confiscado por las autoridades en el puerto de Mayagüez, iba dirigido a María de las Mercedes. Era una época de prohibición de la lectura y todo lo que estimulara el intelecto. Muchos de los allegados de María de las Mercedes eran miembros de la Sociedad Económica del País. En las “tertulias” se discutían las ideas de Rousseau y Voltaire, entre otras cosas. El 22 de octubre de 1825 se citó a María de las Mercedes Barbudo Coronado para que confesara su delito. Se le interrogó sobre las cartas y no negó que fuera cierto. No negó su complicidad con todos los nombres de imputados que le citaron y quienes ya habían abandonado la Isla. Luego la llevaron a su casa y la registraron. Encontraron un sinfín de comunicaciones comprometedoras, donde se convocaba a la revolución. Se le acusó de espía y de “ponzoña de la insurrección”.5 Por tal “horrendo crimen”, el siguiente día, 23 de octubre de 1825, la confinaron en el Castillo San Cristóbal a esperar hasta que la goleta El Marinero la llevara a una Casa de Recogidas en La Habana, donde estuvo recluida por cinco meses. Fue la primera y última vez que María de las Mercedes partía de su suelo amado. Pero María de las Mercedes se las arregló para dejar un apoderado que le liquidó las propiedades, y remitió su dinero, el cual le ayudaría en el exilio. Ni tonta ni perezosa, María de las Mercedes, no se sabe cómo, salió de Cuba. Fue a parar a Santomas. Allí se encontró con el espía Luque, que no pudo hacer nada al respecto, y posiblemente con Demetrio O’Daly. Diez días después, abordó el bergantín Hunter, de bandera inglesa, y marchó a La Guaira, Venezuela, donde se encontró con sus amigos José María Rojas, Matías Escuté Valvei y José María Vargas, entre otros. Su hermano José murió poco tiempo después víctima de la persecución y encarcelación en España. Ni María de las Mercedes, ni José, supieron de sus paraderos, a pesar de que trataron de reencontrarse. En Caracas, donde María de las Mercedes fue a residir, la situación se tornaba violenta por las retractaciones remanentes de la guerra. Gracias al apoyo de sus amigos, y su indómito temple, María de las Mercedes prevaleció en el comercio como prestamista. Allí también estaban los puertorriqueños Antonio Valero Bernabé y el padre José María Bonilla, entre otros tantos exiliados de la Isla que dieron allí los últimos suspiros del sueño de ver a Puerto Rico libre. María de las Mercedes Barbudo falleció el 17 de febrero de 1849 a los 76 años. Fue enterrada en la Catedral de Caracas, un lugar reservado para personas de importancia nacional, donde originalmente estuvo también el Libertador, y aún allí permanecen sus restos. NOTAS 1 (James Delbourgo, Nicholas Dew 2007, 236) 2 (Rosario Rivera, 135) 3 (Rosario Rivera, 136-137) 4 (Rosario Rivera, 163) 5 (Rosario Rivera, 174) Bibliografía Angleró, Doris. «La mujer y la política a través de la historia.» 80grados.net. 2 de marzo de 2012. http://www.80grados.net/la-mujer-y-la-politica-a-traves-de-lahistoria/ (último acceso: 2012). James Delbourgo, Nicholas Dew. Science and Empire in the Atlantic World. New York and London: Routledge, 2007. Marzán, Jaime. «Introito a Mercedes.» Web Oficial. 3 de marzo de 2011. http://jaimelmarzanramos.weebly.com/1/post/2011/03/introito-a-mercedes.html (último acceso: 2012). Pérez Ortiz, Melanie. «Para presentarles a Mercedes de Jaime Marzán.» 80grados.net. 25 de mayo de 2012. http://www.80grados.net/para-presentarles-a-mercedes-de-jaime-marzan/ (último acceso: 2012). Pérez Rivera, Tatiana. «Mercedes siglo y medio después.» El Nuevo Día, 30 de mayo de 2011. Rosario Rivera, Raquel. María de las Mercedes Barbudo, primera mujer independentista de Puerto Rico 1773-1849. San Juan: Raquel Rosario Rivera, 1997. |
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